sábado, 1 de agosto de 2009

Gran hermano

Creo que va por la edición diez y...

Con este bodrio cuya intención inicial parece ser que fue un estudio sociológico del comportamiento de las personas obligadas durante un tiempo a vivir comunalmente, la cadena Telecinco, experta en destapar sociopatías y sicopatías entre su audiencia, ha encontrado “la gallina de los huevos de oro” y ya nos tiene un poco hasta los mismos de tantas ediciones, donde los concursantes son, en virtud de la selección que hacen los sicólogos del programa, más descerebrados y más cutres.

De hecho lo que el principio interesaba al telespectador como un problema de convivencia, pronto se convirtió en algo más digno de un programa del Nacional Geographic, en el estudio del apareamiento de las especies.( ¡Y que especies!)

De hecho sido un programa que ha contribuido al acerbo cultural de nuestro país ya que se ha creado vocablos tan sugerentes como edredonig y otras lindezas más, tan coreadas por personajes de la comunicación tan “importantes” como Jesús Vázquez o Mercedes Milá, entre otros muchos que han claudicado de su pedestal de comunicador serio a comentar las “hazañas bélicas” de este cortejo de personajes profundos que reúnen los sicólogos de Telecinco, cada vez que quieren hacer una nueva edición, que cada vez es más y peor de lo mismo.

Tengo que confesar que yo, al principio, me sentí enganchada a este programa que indudablemente es líder en audiencia, no solo en este país, sino en el resto del planeta pero, precisamente por eso, yo me hago una pregunta. ¿Somos los humanos tan cotillas y tan despreocupados como para que nos enganchemos a este tipo de series?

Y ¿somos los humanos tan exhibicionistas como para meternos en una convivencia y dejar al descubierto en público nuestros instintos y nuestros sentimientos aunque sea por dinero?. Yo, como todos muchos de mis compañeros de facultad nos hemos planteado la posibilidad de ser personajes de esa serie pero, independientemente, del atractivo del dinero que puedas cobrar, me planteo si teniendo “dos dedos de frente” alguien pueda participar en un engendro como ese.

Por último y volviendo al comentario, está claro que la responsabilidad de los medios de comunicación en elegir sus contenidos brilla por su ausencia y en el caso de Telecinco. Está claro que no existe.

La finalidad que en principio se pretendía, ha dado paso a una claudicación ante la audiencia ya que como todos sabemos, el pueblo reclama “paneem et circenses” y a menos pan..., más circenses.

Este programa, demuestra una cosa: la capacidad de idotizar que tiene la televisión tanto a los que están dentro como a los que estamos fuera, mientras que unos “listos” se llenan los bolsillos. En definitiva, la conspiración de los necios.

1 comentario:

  1. Hay también una discusión sobre si el público "desea" realmente ese tipo de contenido de pan y circo. La reflexión vendría sobre hasta qué punto el deseo es consciente o no. En clase hablamos de que todos los seres humanos -por lo menos dentro de lo que se da en llamar "mundo occidental"- tenemos una atracción por el morbo que nos lleva, por ejemplo, a no poder evitar mirar el interior de una ambulancia abierta si pasamos a su lado y hay alguien que está siendo atendido. La cuestión sería si esa característica debe ser definida como un deseo de buscar esos contenidos o si, en realidad, es una "debilidad" a la que es difícil sustraerse. En este segundo caso no se podría afirmar que el público busca esos contenidos, sino más bien que si se les ofrecen es difícil evitar mirarlos. De este modo, incluir contenidos de este tipo es un recurso fácil para obtener una audiencia también fácil. El problema en este momento es que, para intentar justificar la inclusión de esos contenidos en las cadenas, se está pasando de considerarlos como basura de consumo fácil a reivindicarlos como un contenido plenamente válido y comparable en calidad a otros programas más elaborados. Ahí entra también una componente sociológica del público que, antes culpabilizado por mirar de reojo a la ambulancia, ahora defiende su derecho a mirar dentro de ella -y siguiendo con la metáfora, casi a conducirla-, tomando como argumento la defensa que las cadenas hacen de esos contenidos como "inocentes" y, en el colmo del cinismo, diciendo que son "informaciones" que se tiene derecho a recibir, confundiendo cotilleo con información necesaria.

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