lunes, 24 de agosto de 2009

El código Da vinci

Quizás sea porque leí la novela cuando el boom del bet-seller, mucho antes de que se realizara la película y desee verla enseguida cuando está se anunció con toda su carga de la polémica suscitada por el rodaje y la prohibición del Vaticano a que se realizara el film y mucho menos a autorizar escenas dentro del propio estado pontifico, pues quizás por todo eso la película me pareció absolutamente fría.

Su director, Ron Howar perdió la oportunidad de hacer un gran film quizás por las prisas de la productora de ganar dinero ya que el bet-seller seguía “calentito” o por su propia ineptitud en calar sobre el magnetismo de la temática y la trama de la novela de Dan Browm.

Como no se trata de comentar la novela sino la película basada en dicha obra de medieval-ficción, pues creo que el film no hace honor a la obra.

El estilo narrativo de la película es cuando poco precipitado y, algunas veces, un poco caótico lo que dificulta, si no has leído antes la novela, seguir la trama de una forma coherente.

Mucho tiene que aprender este director de George Lucas y Steven Spielberg y como tratan ciematográficamente las tramas narrativas de las series de Indiana Jones ya que con un material como el de la novela de Dan Brown era lo mínimo que podría haber hecho: una película de una apasionante aventura sobre un secreto que siempre ha preocupado a la civilización cristiana; el nogsticismo y las leyendas sobre los grandes secretos ocultos de los templarios, los rosacruces y el presunto Priorato de Sión.

Lo que el autor de la novela mezcla en la retorta de su narrativa y, lentamente va dando calor con el fuego del misterio y la intriga, hasta sacar una interesante e incluso polémica y transgresora obra, este director lo convierte, como digo no sé si por su ignorancia en el tema o por sus prisas en acabar su compromiso y cobrar su trabajo, en una película oscura (y lo digo en el sentido más literal de la palabra). Una oscuridad que, seguramente es a causa de la intención de dar sensación de misterio al contrario de lo que ocurre con las películas de Indiana; el misterio está servido a la luz del día y en un ritmo mucho más entretenido que el que da Howar a su película.

Esta adolece de unos acelerones narrativos que, sin saber porqué, se quedan frenazos nada más empezar, como si la película se quedara en una sucesión de “coitos interruptus” para acabar en un orgasmo desganado, falto de pasión y casi deseado de puro aburrimiento.

Si en la novela original, el final de la historia desmerece la tensión generada a lo largo de la misma, en la película, este final queda diluido como una acuarela puesta debajo de un aguacero con esas escenas de conclusión finales en un difuso semi flor, para quedar bien que no convence ni a la sensibilidad más porteril o marujona.

Oscura, sin ritmo narrativo, desaprovechando la posibilidad de recrearse en los monumentos históricos citados en la novela (La capilla inglesa de Roselyn o las iglesias francesas). En unos trávelling no ya rápidos, sino vertiginosos, como si esa velocidad de paso de escenas fuera sinónimo de la velocidad de los misterios que tienen que resolver los personajes de la trama y que lo único que producen al espectador es un mareo considerable y con un Tom Hanks que tuvo sus mejores momentos, la película se queda en un profundo fiasco tanto para los defensores como los detractores de la controvertida novela.

Audrei Taotu a la que no había visto nunca me pareció de una inexpresividad absoluta para un personaje que está sufriendo el estress de una búsqueda trepidante y un constante peligro.

Y si hay algo bueno que destacar en este insulso film, es la intervención de un Jean Reno, que interpreta perfectamente al Jean Reno al que nos tiene acostumbrados.

Y para rizar el rizo el marketing montado a costa de la provocación al Vaticano para que este se ofuscara y empezara a prohibir y a anatemizar (algo totalmente predecible) me pareció genial.

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